Este es el primero de una serie de encuentros marcados por la necesidad de producir una reconstrucción crítica de los saberes construidos en los últimos tiempos. Desde que se instaló la coyuntura de la pandemia, tuvimos la convicción de que había que generar espacios para poder, en esta experiencia que estamos atravesando, identificar los nuevos problemas pero, también, el modo en que los problemas preexistentes se hacían visibles, más agobiantes y gravosos.
Hay una serie de trazos esenciales que caracterizan a una proporción importante de las prácticas de la enseñanza en la universidad: la enseñanza sustentada en la retórica, el docente como concesionario autorizado de la verdad, la insignificación de los conocimientos, la tensión entre teoría y práctica, la fragmentación del conocimiento académico, una concepción externalista de la evaluación, una ausencia relativa de lo grupal. En este escrito voy a centrarme en los dos primeros.